Me distraje tan solo un segundo y la felicidad se fugó, he
venido a decirle que extraño su calor. Si la ve pasar, no olvide mencionarle que me
encuentro aturdido, quiero creer que se enconde en las cercanías, pero jurele
que por ella daría las vueltas que sean necesarias a este pequeño mundo.
Cuentele que le quedan chicas las gracias que le dí, he de entregarle el resto
de mi corazón cuando vuelva, quiero decirle que añoro sonreír en las mañanas,
poner el alma con cada cosa que hacía, con cada persona que conocía, con cada
detalle que vivía, incluso mi café sabe amargo cuando no tengo su compañía.
También he de decirle que fue difícil convivir con la tristeza cada día, yo sé
que uno puede pelear por lo que quiere pero me he visto atrapado en situaciones
sin salida, felicidad siempre me decía que uno puede luchar, o escapar, pero
adivine señora, me quedé sentado contemplando mi autodestrucción. Me hice daño; En cada rincón de mi cuerpo, en cada parte de mi ser tengo cicatrices del duelo
que significó su partida, quiero confesarle que sin ella no pude caminar sin
pisar en la falso, sufrí como un soñador que pierde los objetivos. Mire señora,
le traigo una pequeña botellita con todas las lágrimas que pude juntar, me
prometí que cuando saliera de ese agujero las tiraría al mar porque solo así
entendemos lo pequeños que son los problemas entre tantos momentos que tiene la
vida, y yo sé que no termino de salir, pero al fin tomé el coraje de venirla a
buscar, digame señora ¿Usted no me puede ayudar? Sé que no es mucho pero le doy
todo lo que tengo a cambio de que me diga a donde fue felicidad, no quiero nada
si no es con ella, no quiero vivir hundido.
Era negro, todo lo que veía a mi alrededor desteñía el
color, todo lo que sentía era el frío y el dolor, todo lo que un día me ayudó a
seguir adelante entonces me arañaba el corazón, y en cada despertar desesperaba
por abrir los ojos y no poder ver la luz del sol. Subida a una balanza pesaba
mi dolor, todo lo que fuera olvidadizo, el alcohol, la inconsciencia, dormir y
correr eran excusas para escapar al exterior, tomaba mi abrigo y salía a
recorrer la oscuridad, es que señora, allí parecía nunca brillar la luz, yo
buscaba con desesperación salir de aquel duelo pero siempre despertaba en aquel
mismo callejón. Y no crea que no sonreía, siempre que alguien se acercaba yo
sonreía, ni mucho menos sentía pero créame que sonreía, es tan fácil ocultar lo
que se llega a sentir…
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