No sé si mucho como tiempo o mucho como hechos, pero después
de tanto, quizás demasiado o tal vez tan solo suficiente, entendí. Aunque siempre intenté ser sincera con los demás (y sobre todo conmigo misma) no siempre
lo fui, o lo soy. Asumir la verdad puede tratarse de meterse en problemas o
complicaciones, puede quebrar vínculos o provocarte algún que otro traspiés en
caminos; Aun así, para remediar las equivocaciones no hay camino más seguro que
poner los huevos sobre la mesa y hablar con sinceridad. Mentir también es
equivocarse.
Entendí que no
sirve querer cavarle la tumba al de al lado. Siempre puede suceder que nos
tropecemos y caigamos nosotros en nuestro propio pozo. O puede no suceder, pero
de todas formas ¿De qué me serviría hundir a otro? ¿Acaso hundir a alguien te
da más altura? Lo que hacemos o hablamos de otra persona, habla más de nosotros
mismos que de la otra persona en sí.
Entendí que hay
que saber distinguir las situaciones y las relaciones y el trabajo y el
pasatiempo. Hay que saber dónde estamos parados y cuál es el objetivo final, y
a partir de eso, evitar aquellos errores que podrían resultar una piedra en el
camino a futuro. “Dejarlo fluir” es una buena frase siempre que analicemos a donde
la aplicamos, y siempre que dejar fluir no sea entremezclar ingredientes que
podrían resultar nocivos para nosotros mismos.
Entendí que no se
puede generalizar y hay que saber establecer las diferencias, que no podemos
proyectar el dolor y la bronca en las personas que no nos lo causaron. Las
guerras y los soldados deben quedarse en el campo de batalla y entender que en
casa son solo personas, asuntos apartes, no traer las armas a donde siempre te
esperan con los brazos abiertos.
Entendí, más bien
arraigué la idea que ya tenía de que las personas te pueden dar más por lo que
son que por lo que tienen. Llegamos tan profundo como vayamos, si nos
quedamos en la superficie es muy fácil conformarse y saber a simple vista qué
es lo que tienen para darnos: un buen auto, muchas invitaciones a lugares, regalos
constantes, plata por demás... También podemos tomarnos el trabajo de querer recibir
algo que sirva más, que nos perdure, elegir a las personas por eso que son, las
maneras de manejarse con sus seres queridos, las ganas de progresar, la mano
solidaria que aportan, el conocimiento de la vida, la facilidad para
relacionarse, o cualquier detalle que nos haga ver que hay algo más interesante
en cada uno que la materia, que al fin y al cabo, la materia no dice nada de
quienes somos.
Entendí que las
relaciones que establecemos con las personas son como nosotros decidimos que
sean. Tendemos a tirarle el muerto al otro, culparlo por el comportamiento y
las actitudes, y en el fondo de la cuestión,
si tanto nos disgusta la otra persona ¿Por qué no cortamos el vínculo? No
siempre es tan simple y sencillo pero no se puede enajenar la culpa de hacernos
mal si somos libres de elegir con quien relacionarnos. Habiendo la
inmensidad de personas que hay no deberíamos encerrarnos en esas relaciones que
nos contaminan. Por lo mismo, también deberíamos dar el valor que les
corresponde a esas que se lo ganaron.
Con todo lo que entendí (y que me falta entender) hoy
estoy en paz. Después de meses bastante intensos, complicados, altibajos,
situaciones delicadas y que se sienten muy vivas en carne propia, estoy bien.
Tengo el orgullo de decir que de las equivocaciones que cometí, aprendí. Que de
todos los comentarios a los que me expuse (tanto los buenos, como sobre todo
los malos) tomé lo que me pareció más adecuado y entendí. Siempre me gustó
mucho esa frase de Galileo Galilei “nunca
he encontrado una persona tan ignorante de la que no pueda aprender algo”,
créanme, lo comprobé en cada ocasión que daba por perdida, solo hay que prestar
un poco de atención y sacar el aprendizaje, la moraleja. Incluso podríamos
aprender aquello que no queremos ser, porque de nada me va a servir juzgar a
esa persona más que para ver lo que no quiero en mí.
De lo bueno se aprenden muchas cosas, pero lo negativo deja la
huella como cicatriz, tanto que es fácil recordar eso que entendimos. (Que
entendimos si supimos transformar lo malo en experiencia).