Una alarma que suena a las 6am, un cuerpo cansado del día
anterior, ganas ausentes de empezar la rutina, un frío que amenaza desde el
otro lado de la ventana. No quiero.
Horas y horas, agotamiento, viaje, gente, esfuerzo, pensar,
hacer, hambre, sueño, y después de todo al fin en casa. Pero por supuesto nunca
termina ahí, siempre queda algo por hacer, siempre un poco más de estudio, un
poco más de trabajo, ojos cansados que intentan organizar ideas con un café que
te mantiene despierto.
¿Y la balanza? ¿Y el equilibrio? La vida es esforzarse y
también disfrutar. Trabajar y descansar. Despertarse y dormir. Llorar y reír.
Me confundí aquellas veces que dejé que todo el peso se fuera de un lado, sea
cual sea. La fiesta, la noche, los amigos, el alcohol, el tiempo libre, las
vacaciones, las risas, la comida, ir de acá para allá buscando más diversión,
todo eso se idealiza más de lo que se debería. Pero un título, un trabajo, unas
notas excelentes, una corbata, un horario estricto con comidas estrictas con
caras serias, papeleo importante y poco descanso parece ser “más digno”.
Caminar “siendo alguien” presumiendo de responsabilidades y alardeando de
cuánto cansa tener una vida tan agitada parece ser muy bien visto. No
confundamos, la dedicación por el deber y la dedicación por las ganas no es lo
mismo. Y ahora resulta que somos el título que tenemos, o sos un licenciado
o sos un analfabeto. Resulta que o sos el jefe o sos un empleadito. Parece que sos
un vago que estudia a la tarde cerca de casa o sos un excelente estudiante que
se va hasta la loma del culo en hora pico. Porque por supuesto es muy fácil
clasificar, es muy fácil encasillar a las personas pero al parecer valen más
los logros que los esfuerzos, vale más incluso el costo del esfuerzo que lo que
seas como persona.
Me i m p r e s i o n
a. Y lo digo de esta manera porque conozco muchas personas que me
encuadraron, o encuadraron a otros. ¿Qué nos pasa? ¿Acaso valemos tan poco que
tenemos que presentar un título para asegurarnos de ello? Perdimos la noción de
lo que nos gusta y ahora nos dedicamos a “lo que nos conviene” ¿QUIÉN dice lo
que nos conviene? ¿Nos conviene ser felices o ser ricos? ¿Nos conviene ser conocidos por
los demás o conocernos a nosotros mismos? Y no, con ello no quito valor
a estudiar, no digo que yo no rechace una salida un sábado porque tengo que rendir,
o bien me gustaría cantar, sí, y aún así no me dedico a eso porque soy
consciente que no es lo mío y como se suele decir “me cagaría de hambre”. No
por todo es poco importante educarse, al contrario, me parece que la educación
es clave para crecer como sociedad. Pero veamos hacia donde orientamos la
educación, si a la formación como personas o a la formación como trabajadores.
Hay que enseñar, no estructurar, hay que explicar el porqué y no imponer. Y hay
que plantearse lo que uno quiere para equilibrar su balanza. Quizás estés
trabajando demasiadas horas extras para llegar a fin de mes para comprarte esas
botas que te gustan y ups! ni siquiera tenes tiempo de usar las botas.
Parate frente a tus proyectos y elegí las maneras. Siempre
van a conllevar algún esfuerzo, algún sacrificio, pero por lo mismo deberían
aportarte felicidad, y calma. Porque vida son todas las horas, las malas y las
buenas, no deberíamos tener ganas de vivir solo unas pocas. Trabajar, estudiar,
no deberían ser sufrimientos a pasar. Y cuestionate si haces lo que haces
porque querés o porque debes. Nadie más que vos mismo va a
vivir tu vida, no hay una publicidad que sepa lo que a vos te divierte, no hay
una universidad que sepa lo que a vos te interesa ni un test vocacional que
pueda definirte. Si es tu vida, entonces vivila vos, decidila y aprovechala.
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