La música, el amor y la alegría son, para mí, los mejores
regalos que me puedan hacer.
Después de haber tenido mucho frío en compañía. Después de
haberme lastimado las rodillas arrastrándome. Después de haber llorado de
indignación. Después de que los puños me sangraran por golpear las paredes.
Después de gritar para escuchar al menos mi eco. Después de haber huido
asustada de las críticas. Después de esconder la cara entre las manos para no
ver. Después de que me apagaran las luces. Recién después de haberlo padecido,
lo pude pisar y achicar. Pude apartar de mi vida lo que no quería y avanzar.
(Un paso hacia la felicidad)
Probé caminos y personas, no escatimé en sensaciones, y sin
embargo, me hizo falta ser y vivir aquello que no quería para comprender lo que
quería. Metáfora en esta vida es que hoy lo malo me parezcan ríos y lo bueno
mares. Navegar por esos ríos, fluir con lo malo para luego desembocar en el mar
de lo bueno. Que duela y que arda, pero crecí. Gracias a ello hoy veo lo que
más me gusta dar. Y recibir.
Que sea música.
Me toca la esencia, siento que recorre mis venas inundando por completo mi
interior. Nunca me cansa, nunca me agota.
Escucharla mirando a los ojos a quien me la regala roza lo irreal, es
como si pudiera vivir esa otra vida y entender lo que quiere decir con una
melodía. Bendita la música, siempre pensé que era el mejor invento del hombre.
Y probablemente no importe el estilo, no importe de quien venga, probablemente
lo único importante sea conectarse con lo que transmite, lo que provoca. Para
mí, alguien que me regala música, me da paz, me habla y escucha sin que las
palabras sean necesarias, me invita a viajar con la mente.
Que sea amor.
El amor es energía. Y como tal, fluye. Ni se crea ni se destruye, se
transforma. El amor está en la vida, no es alguien, no es algo, amor no es
necesariamente “pareja” ni “sexo”. Amor es un gesto, un perdón, un esfuerzo por
el otro, una sonrisa sincera, un abrazo después de extrañar. El amor te llena,
por momentos, porque eso es el amor, momentos. El amor se siente y se comparte.
Ni se mendiga ni si niega, surge sincero y sin dirección, darlo cuesta tan poco
que quedárselo se vuelve explosivo. Y para mí, alguien que me da amor, es alguien
que me cura un poquito el corazón.
Que sea alegría.
Y fuera los dolores y problemas, fuera lo que te arrebata la sonrisa ¡Vaya si
alivia la alegría! Los rostros de felicidad son algo digno de ver, y ojalá se
vieran más seguido. [Más risas de esas que te dejan sin aire] Me alivia la
vida, le da otro enfoque. La alegría viene y va, yo intento agarrarla bien fuerte
pa' que no se me escape. ¡Ay alegría! El que la regala, digno sea de mis
gracias que no me caben en palabras. Quien me da alegría, me regala vida, me
regala ganas.
Por eso y porque no alcanzo a explicarlo. La música, el amor
y la alegría hay que sentirlos en carne propia, hay que vivirlos para
apreciarlos. Yo conocí, con ellos, lo que creo es Felicidad. Una sonrisa muy
grande para todos los que me fueron dando esos regalos. Y yo no sé si con una
sonrisa sea suficiente, pero para no ser egoísta siempre intento dar un poco de
música. O alegría. O amor.
Esa energía merece fluir. Dar y recibir.
Pobreza es no tenerlos. Y no darlos. También intento
merecerlos, porque cambiaría todo lo material que tengo por la música, la alegría
o el amor.
Puede, incluso, que el camino que estoy siguiente no tenga
más final que esas energías. Porque, me pregunto, ¿Qué luz hay en la vida no
habiendo música, ni amor, ni alegría?