Clear your mind

Clear your mind

miércoles, 26 de noviembre de 2014

John Green y la expresión. Y yo.

Amo escribir. Amo expresarme y comprender lo que otros expresan. Sin embargo, no creo que jamás se puedan entender los sentimientos ajenos ¡Son tan únicos! ¿Cómo podría osar explicar qué se siente cuando lees un libro si sólo conozco la sensación que me provocó a mí? Aun así, esa es la verdadera belleza de escribir ¿no? De leer ¿no? Es algo tan inexacto y subjetivo que da lugar a la apropiación por parte del lector. Entender y buscar captar esas ideas, interpretar aquello que quiso decir, expresar, reflejar, aquello que quiso poner en palabras.

Cada vez que alguien halaga la manera en que escribo, en que me expreso o simplemente plasmo mis ideas, me hace sentir bien, muy bien. Claro que podría darme igual, no dejaría de escribir por el simple hecho de que no lo leyeran, o que no les gustara, o que no me lo dijeran pero entran en juego un poco las inseguridades del humano, un poco el egocentrismo del humano ¿A quién no le gusta que lo halaguen? Sobre todo en aquello en lo que pretende progresar, aquello que realmente le gusta y siente como parte de sí.

En más de una ocasión dejé de escribir, ya sea lo que sentía, como un simple diario, o lo que me gustaba, más bien como mi blog. Sin embargo, esas varias ocasiones siempre terminaron fugándose porque volvía a escribir. Hay algo en mí que me lleva a querer poner en palabras lo que me pasa por la mente. Esa masa de pensamientos y el cúmulo de sentimientos y sensaciones que me agobian constantemente y le dan el gusto a la vida, todas esas cosas son las que disfruto poniéndolas por escrito. Independientemente de si nadie las vaya a leer (porque hay muchas cosas que jamás voy a publicar) o si sí vayan a ser leídas; Porque sin importar el público, comprendí que escribir realmente me gusta, es la manera que tengo de poner un orden en mi ser, dejar que fluya mi inspiración. Creo que cada uno plasma su ser a su manera, y no tiene porqué ser una forma del arte, hay quien tiene hobbies o quien canaliza todo en el trabajo, o en un deporte. No importa, siempre y cuando encuentres la manera de dejar salir todo aquello que tenes y te conectes con esa forma. No me llevó poco tiempo entender que verdaderamente me gustaba escribir, que no hice un blog porque estaba de moda y era divertido y punto.  Y que no escribía diarios típicos sino que tenía una forma un poco especial, no porque sí y punto.  Tampoco tarde poco tiempo en ver que podía, muchas veces, ser más clara escribiendo que en cualquier otro aspecto de mi vida y si bien hay infinidad de cosas que me faltan por mejorar, cualquier profesional vería esto y probablemente lo descalificaría, ni siquiera estudio una carrera relacionada con la escritura, con todo esto y más afirmo con una fuerza inquebrantable que es muy bello saber que hay personas que se emocionan con lo que escribo, que lloran, incluso que les toca una fibra sensible. Me siento afortunada cuando alguien reproduce una frase mía, así me cite o no, cuando alguien se toma tiempo de su vida para ver si le gusta o no lo que yo escribo.

Creo que haber ocupado el lugar del que escribe (imagínense que mis lectores no son cantidades ni siquiera grandes, hablo de apenas unos pocos a los que les agradezco el interés) me concedió la suerte de apreciar pequeños detalles. Detalles como hoy, que leí “Bajo la misma estrella” en tan solo un día, me quedé completamente satisfecha. En primer lugar me pareció excelente la facilidad con que te atrapa, es como si no pudieras dejar de leerla porque no terminas de estar contento con lo que sabes y queres constantemente saber más. Más allá de eso, destacable, admirable y envidiable la habilidad de John Green para generar tantas sensaciones en un lector. Una simple persona que se sumerge en un libro y  (como aprendí en semiología) establece un “Pacto de Ficción” por el cual asume que aquello que lee es ficción, pero aun así cancela su realidad para poder situarse y dejarse llevar por la historia que lee. Quizás quien haya visto únicamente la película no me entenderá, pero podrían compararlo con cualquier otro libro que realmente les haya gustado, algo que hayan leído y les haya llegado muy profundo, a un recoveco que no todos los días se tiene en cuenta. Mágico el poder del escritor para llenarte de sentimientos, para adentrarte tanto en la historia que como lector cueste salir. Ni más ni menos que yo en este momento escribiendo esto.  Es como si aunque no quisiera, la realidad de la historia me fuera envolviendo y en determinados capítulos me descubro llorando desconsoladamente por personas que soy consciente que ni siquiera existen. Aunque no voy a ser injusta, el cáncer no es algo muy lejano a la realidad actual. En otros momentos me inundaba en amor, me sentía enamorada, realmente ¿Saben lo difícil que puede resultar provocar eso en alguien? Y sobre todo en alguien que en su vida real no está enamorado/a.  Movilizar con palabras a otra persona, crear algo a través de simples abstracciones, crear algo que aún así es abstracto. Transportar a otra persona al lugar exacto que vos queres y el placer de que esa persona, al terminar de apreciar tu obra, suspire, satisfecha, felicitándote por tus dotes y apoyándote a seguir.


John Green compartió con nosotros su habilidad para la escritura. Así como los cantantes comparten sus dotes para la música o los diseñadores te permiten lucir sus trabajos. Todo eso, todo eso que creamos es una obra. Habrá a quien le guste, a quien no, y habrá quien no exponga sus obras, pero las creaciones son, por suerte, un bien compartido. Y es bello, muy bello, apreciar pero también dejar apreciar. Dejate fluir en lo que sea que canalices tu ser y ahí vas a entender, realmente, el placer de poner tus pesos en una balanza nula. Y no importa cuántas sean las personas que aprecien aquello que haces, porque lo más importante es que te dejes ser a vos mismo y te veas progresar en lo que te gusta. No necesitas, ni mucho menos, el juicio de nadie.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Contagiame la felicidad.

Yo creo que la gente es un poco como su clima. Aquellos que vienen de lugares cercanos al ecuador siempre traen calor, alegría y cariño. Es como si el calor del ambiente les llegara muy profundo, al alma. No sé si habrán tenido la misma suerte que yo de cruzarse en varias ocasiones con personas de estos lugares, pero cada vez que encuentren una intenten tenerla muy cerquita, no hablo de tiempo, sino de compañía, denle cinco minutos y van a ver cómo les contagia su felicidad.

A mí me agrada esa exageración que tienen para expresarse, todos los gestos, la risa a carcajadas sin un motivo demasiado concreto y esa energía inagotable. Es como si todos los días les hubiera ocurrido algo bueno. En realidad podríamos decir que todos los días nos ocurre algo bueno, me gusta pensar que todos los días tienen un poco su magia, su detalle, hay algo que marca la diferencia entre ayer, hoy y mañana. Y sin embargo, miranos a nosotros, no hablo de que seamos infelices! No me malinterpreten, pero no irradiamos tanta luz con las cosas malas, creo que no le ponemos tanta gracia a los días simples. Constantemente hablamos de felicidad (como si tuviéramos la definición correcta) y decimos frases filosóficas con las que nos sentimos un poco mejor, un poco como si tuviéramos la solución a la tristeza. Ojo! Nos encantan esas frases siempre y cuando sea un buen día, porque aquel en que se nos cruzan los cables no hay quien safe de nuestra electricidad, damos descargas para todos lados.

Claro que es muy simple reírte cuando estas con amigos, sonreír cuando aprobaste, gritar de emoción con alguien a quien extrañabas o cantar y bailar por todos los rincones un sábado a la noche cuando salís. Yo soy la primera que hace todas (sin excepción) esas boludeces. Pero atentos a la gente del clima cálido, regalan sonrisas gratis y a cualquiera, no necesitan sentirse más lindas ni más flacas para estar más contentas, y dicen muchas, muuuuchas boludeces de las que se ríen a morir, así a vos te cause gracia o te parezca estúpido. Me gustan porque te hablan con la misma naturalidad en que lo hace una amiga de hace años, tienen esa facilidad tan peculiar de entablar conversación y destensar los momentos incómodos.

Me convenzo cada vez que conozco a alguna persona de esas zonas. Enserio creo que se les contagió el calor de su naturaleza, que ese clima lo llevan adherido. Y es bueno, es algo lindo que vengan a otros países porque nos traen un poco de su calor a los que estamos más fríos.


He de decir, igualmente, que algunos fríos miran extraño y les desagrada el calor que irradian esas personas. Los respeto, no se pueden discutir los gustos, pero a ustedes, fríos de los fríos, no los entiendo. Derrítanse un poco con el calor ajeno, tomen algunas de esas risas y guárdenselas, incluso déjense contagiar por esa felicidad. De vez en cuando hay que endulzar la vida.

viernes, 14 de noviembre de 2014

¿Qué cambiarías de tu cuerpo?


"Cuando nos miramos a nosotros mismos en el espejo, es fácil encontrar “defectos” ya que generalmente somos nuestros propios críticos más duros. En este mundo lleno de Photoshop, no es muy difícil crear inseguridades falsas sobre nuestros cuerpos. Para cambiar esto, un grupo de personas crearon este video, el Proyecto Jubileo. En este video primero le preguntan a adultos que cambiarían sobre su cuerpo y luego le preguntan lo mismo a unos niños. Sus respuestas te van a sorprender.."
Lee más en http://www.lindito.com/pregunta-cuerpo-adulto-ninos/




miércoles, 12 de noviembre de 2014

Sentirse solo se siente como no existir.



En el punto justo de inflexión, he visto apagarse todas las luces mientras todos se marchaban, y yo, inmóvil y muda solo podía observar como un cuerpo muerto, como una presencia, sin terminar de pertenecer del todo a esa realidad.

Una vez sola, en aquella oscuridad, me senté despacio y miré a mi alrededor, pero mire como se mira cuando no se entiende lo que se ve. ¿Cómo te podes quedar tan solo habiendo estado rodeado de tanta multitud? Lloré mares hasta que el alma se me fue limpiando, con aquel llanto desconsolado saqué todo el dolor afuera. Algunos se habían ido aunque yo los quise retener, otros se habían marchado porque les llegó el momento, otros nunca habían estado, y otros, me quise mentir, con que habían querido estar. Todavía incrédula me levanté y busqué por aquel lugar vacío y oscuro, saque las cosas de su lugar, las rompí, las volví a acomodar, me escondí y volví a salir, grité para escuchar el sonido de mi voz, aquel eco que parecía hacerme compañía. Nada. Mejor dicho, nadie. Allí no había nadie. Se sentía exactamente como la desolación, como cuando nadie te saca el aburrimiento, como cuando nadie te hace la comida, como cuando nadie te llama, como cuando nadie te espera en casa, como cuando nadie se enoja con vos, como cuando no existís, sentirse solo se siente como no existir. Desconsolada y lastimándome a mí misma muero acostada en aquel lugar.

Curioso. Curioso es que cuando todo estaba terminando, todo volvió a empezar. Moría, entonces reviví. Alguien enciende las luces, y lo veo todo en esa mirada. Aún tirada, sollozando, observo como camina hacia mí esa persona, y cuando llega me hace ver que incluso hay otras personas allí. No estoy sola. Ni siquiera lo estaba. Es que la oscuridad de aquel lugar se había apoderado de mi visión. Y es que, esa persona le había dado luz de nuevo a mi oscuridad, aquella persona me mostró que estaba rodeada de seres queridos y no sola (¿Muchos? No, muchos no, solo reales), aquella persona, junto con las demás, me secaron las lágrimas y me dieron la fuerza necesaria para levantarme. Me sentía deslumbrada; la luz me abrazó el corazón y la oscuridad se apagó. Me sentía aliviada; ahora entendía que no era tan desagradable estar en aquel lugar. Me sentía querida, acompañada, me sentía bien, porque todas aquellas personas no se habían ido en ningún momento, habían estado, desde la oscuridad, acompañando. Todas esas personas me habían dado una mano solidaria, una oreja paciente y un lugar en su corazón. Esas personas me habían dado lo que realmente se necesita, lo que realmente yo buscaba. Lo esencial era tan obvio que a veces parecía ser olvidado, era tan fácil de dar que a veces  costaba, era tan necesario que incluso no se notaba, era tan, más que nada, bello, que a veces se ensuciaba.


Pude entender más incluso de lo que me habían querido explicar, me prometí a mí misma dar lo mejor de mi ser a todas esas esencias con las que estoy conectada de verdad. No importa cuántos estén alrededor, lo básico y principal es los que están adentro. Y no, nunca estás solo. Nunca estás sola. Y quizás, cuando nadie venga a prenderte la luz, es porque vos tenías que prender una luz pero te fuiste, te fuiste con la multitud. Anda, levantate y anda a prender la luz que dejaste apagada, anda a darle una mano a quien dejaste tirado, anda a prestarle oído a quien dejaste hablando, hacele un lugar en el corazón a quien te invitó al suyo. “Acordate de donde saliste y a costillas de quien” dice Callejeros. A veces nos dan, a veces damos.