Clear your mind

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domingo, 5 de abril de 2015

La muerte y la vida. Y el hoy.

Últimamente escucho de muertes constantemente. Gente conocida y desconocida, gente quizás muy cercana pero siempre lo mismo. Llego a escribir esto quizás porque la muerte se convirtió en un pensamiento amigo, como un fantasma que me acompaña a donde vaya. "¡Qué horrible!" pensamos todos enseguida. Tomamos el final de algo como si fuese una tragedia y no queremos dejar fluir, ni aprender de ello, ni entenderlo como experiencia, ni siquiera valorar lo afortunados que fuimos por haber formado parte. Desde el momento en que llegamos a la vida estamos destinados a morir, nosotros y todos los que nos rodean. La muerte son instantes, la muerte es un paso hacia algo desconocido y sin embargo nos preocupa más que la vida en sí. La vida son días, meses, años. La vida es cuestión de elección mientras que a la muerte simplemente estas predestinado.

En cada persona que fallece siento un empujoncito en mi espalda para despertarme. Es un hecho que te muestra como es cuestión de azar y le toca a cualquiera. Las penas, los llantos, las broncas, hay que vivirlos, sentirlos, pero continuar. Es cuestión de caminar sin mochila para poder disfrutar el camino. ¿Cargar las culpas? ¿Cargar con lo que no dijiste? ¿Cargar con arrepentimientos? Más vale dejar esos pesos extras en cuanto sea posible y seguir avanzando con la conciencia limpia.

Las ganas, los proyectos, los deseos, las personas y encontrarte, están en cada momento. Los "mañana" no existen, los planes son siempre condicionales y los momentos pasajeros. El "que hubiera pasado si..." solo sirve para entender que la próxima deberíamos arriesgar. Tampoco deberíamos cargarnos de mil cosas materiales, no hacen más que pesar. Son mentiras que nos vendieron para hacernos creer que la felicidad se paga. Al final, cuando nos vayamos, nos van a recordar por lo que éramos, y no por lo que teníamos.

La alegría, tan efímera a veces, debería ser nuestro centro en torno al cual decidir. Elegir lo que nos hace feliz, lo que nos llena. Las personas con quienes compartimos tiempo deberían sacarnos sonrisas, al igual que las actividades a las que les entregamos parte de nuestra vida.
Tendríamos que respetarnos y respetar, entender que es nuestra elección lo que queremos vivir y asimismo es la elección del resto lo que quieran hacer.
Tendríamos que ser fábricas de proyectos, nunca dejar de soñar y movernos para cumplirlos. Las ganas de vivir están en cada deseo que te moviliza. La quietud lleva al aburrimiento y se convierte en una mochila, en un peso muerto en los pies que te estorba al caminar.

Los perdones. Los te quieros. Las gracias. Las sonrisas. Los abrazos. Las lágrimas. Los placeres. Los brindis. Los besos. Los secretos. Todos y más son detalles que no deberían esperar. Dejemos de posponer, de esperar, de excusarnos. Somos esto. Lo que tenemos y lo que nos falta, lo que hacemos y lo que queremos hacer, lo que decimos y lo que callamos, lo que nos asusta y cómo lo enfrentamos. Somos lo que somos hoy y muta a cada momento, por eso busquemos ser lo que querríamos ser si nos tocara marcharnos ahora. Con cada instante que pasa estamos más cerca de un momento que no sabemos cuándo va a llegar, así que más vale estar en paz. En paz con nosotros por si nos toca, y en paz con el resto por si le toca a otro.

"Siempre" no es nada si no lo vivís hoy. El siempre está en la intensidad de cada momento. El siempre es una condición que se nos escapa de las manos. El siempre es la promesa de vivir cada momento como si fuera eterno; eterno y último. El siempre solo existe ahora. SIEMPRE ES HOY.













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