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jueves, 27 de enero de 2011

De ser estrella al estrellato.

Oh si! Yo era de esas estrellas que brillan por su talento. Cantaba como los ángeles, mi belleza detenía el tráfico,   yo no llevaba tacones, los tacones me llevaban a mi, mi cuerpo hacía que la ropa se viera diferente, perfecta, los directores de las películas se peleaban por que yo fuera la protagonista de sus historias, y los hombres me necesitaban más que al agua. Yo era sin duda, la estrella más brillante y perfecta que tenía Hollywood. 






Pero entonces entró en mi vida eso que yo no conocía, se llamaba amor. Me enamoré del mejor actor de los Ángeles. Un año después de romanticismo decidimos casarnos, y tres años después tuvimos una hijita. Era Helen, fuí mi desciendente en el cine, la más bella modelo, la mejor cantante. Realmente, era increíble lo bien que se veía arriba del escenario, el talento de su madre había heredado. 








Pero un día, con 16, atrevida ella, se fue a bailar con el permiso de su padre. La vimos que volvió al día siguiente por la noche. Había sufrido mucho, venía llorando y con la ropa destrozada, la habían violado, maltratado y le habían robado. Lo único positivo que veía en todo aquello era que seguí viva. Con este shock que le quedo, como tonta niña, y sin experiencia, para olvidarlo todo, alguien se aprovechó de su mal momento y se metió en las drogas y todos los problemas que traía eso. Esta historia no tuvo final feliz. Ella terminó en la cárcel, como muchas otras, pero después de todo, creo que el error fue mio, por dejarla ser así desde que nació, tener lo que quería. Aquel día que morí fue el que más lo lamenté, y no porque fuera mi final, porque era el final de mi ayuda para Helen. Desde allí no podría hacer nada. Solo le pedí a Dios que la cuidara.

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